Los enigmáticos centauros

Sagittarius_Hevelius

MVZ. Luis Fernando De Juan Guzmán

La mitología griega es una de las más hermosas del mundo. En ella, los antiguos griegos expresaron su percepción del universo y de la naturaleza; sus tradiciones, sus virtudes, sus defectos, sus temores, en fin, su apreciación de la vida; siempre con una fecunda y maravillosa imaginación. En muchos de sus mitos, como en el resto de las culturas de todos los tiempos, aparecen increíbles seres fantásticos. Los centauros se encuentran entre las más fascinantes de esas criaturas.

Los centauros eran unos bellísimos seres que tenían el torso de hombre y el cuerpo de caballo.

A las hembras de esta rara especie, se les llamaba centáurides. Vivían en las regiones montañosas tanto de Tesalia como de Arcadia y debió haber sido impresionante ver a una partida de centauros descender en tropel por sus colinas. En ellos se fundían la sabiduría de los dioses, el intelecto del hombre y la gracia de los caballos.

Eran descendientes de Kentauros, el cual a su vez era hijo de la diosa de las nubes Néfele y de Ixión, rey Lápita de Tesalia, un reino reconocido por sus formidables caballos. Kentauros engendró a los centauros al unirse a las hermosas yeguas del monte Pelio, en la región de Magnesia.

Cuenta la leyenda que Ixión fue invitado al Olimpo y que una vez allí, fue arrebatado por la belleza de la diosa Hera −esposa de Zeus− quedando irremediablemente enamorado de ella.

Para satisfacer su sacrílego deseo, Ixión quiso forzar a la deidad, pero al darse cuenta el rey de los dioses de las intenciones del señor de Tesalia, tuvo una idea para engañarlo: creó una nube con la forma exacta de Hera y con la cual Ixión tuvo relaciones. Esa nube se llamaba Néfele y juntos procrearon a Kentauros.

Más tarde, Ixión y su esposa Día tuvieron un hijo al que llamaron Pirítoo, un hombre que heredó de su padre el trono de Tesalia. Cuando Pirítoo celebró su boda con Hipodamía, no sólo invitó a sus familiares los lápitas, sino también a sus parientes los centauros. La comida y el vino fueron abundantes, como correspondía a una boda real, pero los centauros se embriagaron en exceso e intentaron violar a la novia y al resto de las mujeres invitadas a la celebración. Los lápitas defendieron ferozmente a sus mujeres y gracias a la ayuda del héroe Teseo, pudieron vencer a los centauros. Durante siglos, este mito sirvió de inspiración a los artistas griegos, quienes plasmaron la escena de esta lucha en los más diversos materiales. Incluso el Partenón, el más grandiosos monumento de la antigua Grecia, contaba con esculturas que representaban el enfrentamiento entre centauros y lápitas.

En esta mítica batalla y por lo general en la cultura Helénica −y por lo tanto en la cultura occidental− los centauros representan la bestialidad, la barbarie y el caos; mientras que los Lápitas personifican a la humanidad, la civilización y el orden.

En la refriega contra los hombres, murieron algunos centauros famosos como Cílaro y Antímaco. Otros como el centauro Taumante salió huyendo. Se dice que una centáuride llamada Hilonoma se quitó la vida después de que su amado Cílaro murió al enfrentarse contra los Lápitas. Así como la humanidad es contraria a la bestialidad, los seres humanos y los centauros se odiaron por siempre.

Así pues, los centauros son considerados indómitos, bárbaros, brutales, generalmente malhechores y se creía que comían carne cruda y leche cuajada. Son famosos por su ciclópea fuerza, incluso su nombre significa “el que vale por cien”. Son representantes de los instintos del hombre, que no pueden ser dominados por el espíritu. Los centauros representan a los excesos de la naturaleza, también a la fuerza y el brío de los sementales, pero sobre todo a la lujuria, la violencia, la codicia y la arrogancia del hombre.

A pesar de que los centauros son por lo general seres salvajes, incultos e inciviles, tenían fama de ser grandes astrólogos y de adivinar el futuro. Hubo algunos de ellos que se destacaron por su gran cultura, sabiduría y humanismo.

El más célebre de los centauros fue el sabio Quirón, que tuvo a su cargo la educación de grandes personajes, tales como: Asclepio, Jasón, Aquiles, Patroclo, Acteón, Aristeo, los Dioscuros (Cástor y Pólux), Palamedes y Teseo. Quirón no era descendiente de Kentauros como el resto de los centauros, sino que era hijo del dios Cronos y de una hermosa ninfa del mar llamada Filira.

Filira que era acosada por el titán, tomó la forma de una yegua para huir de él, pero Cronos se transformó en caballo y la cubrió. De esta unión nació Quirón, el más sabio de los centauros y que además contaba con el don de la profecía. Quirón fue instruido desde su infancia por los más amados hijos de Zeus. Apolo le enseñó todo lo referente a la medicina, la música, la ley, la moral, la ganadería y la agricultura. Artemisa lo instruyó en el arte de la cacería. Atenea le transmitió su sabiduría, así como el manejo de las armas, distintas formas de combate y todas las artes. Su educación fue esmerada y amorosa.

El más famoso discípulo de Quirón fue Asclepio (Esculapio), a quien enseñó el valioso arte de la medicina. El alumno llegó a ser tan hábil que incluso podía resucitar a los muertos. Zeus, furioso ante tal osadía, le envió un rayo que lo mató. Sin embargo, pronto lo volvió a la vida brindándole la inmortalidad. Con esto se cumplió una profecía de la centáuride Euipe, hija de Quirón, que había vaticinado que: “Asclepio renovaría su destino dos veces y que una vez muerto como semidiós, resucitaría convertido en un dios”.

También, Teseo fue educado por Quirón y en la boda de su amigo Pirítoo luchó contra los centauros. Teseo es recordado por haber matado al minotauro del laberinto de Creta. Era uno de los héroes más queridos por los griegos y en especial por los atenienses.

Se dice que Quirón alimentaba a Aquiles y a Patroclo con carne de jabalí, león y oso para que adquirieran la bravura de esas fieras. Además, les enseñó el manejo perfecto de distintas armas.

El sabio centauro predijo con gran certeza el futuro glorioso de Aquiles; el más hermoso de los guerreros griegos que conquistaron Troya. A este héroe se le consideraba el más veloz de los hombres y su velocidad se la debía también a Quirón, quien injertó en su talón el hueso de un gigante famoso por su vertiginosa carrera.

Quirón también instruyó a Aristeo, al que transmitió todos los secretos de la agricultura, la ganadería, la cacería y la pesca, conocimientos que después Aristeo brindó a la humanidad.

Acteón, el hijo de Aristeo, fue un magnífico cazador y todo su saber con respecto a esta actividad la había aprendido del centauro Quirón. Se dice que cuando Acteón murió y sus perros lo buscaban desesperados por el bosque; el sabio centauro hizo una escultura de su discípulo para calmar a sus desconsolados canes.

A Cástor, Quirón le enseño el arte de domar y montar a los caballos y a su hermano Pólux lo convirtió en un combatiente sin igual, que peleaba usando solamente sus poderosos puños. A Palamedes, le enseño distintos juegos de mesa como los dados, el alfabeto griego y a fabricar algunas cosas útiles al hombre como la balanza e incluso los faros.

Quirón fue amigo de Peleo, el padre de Aquiles. La boda entre Peleo y la sublime nereida Tetis, se llevó a cabo en la cueva del centauro y él los deleitó con su lira, pues también era un virtuoso tocando distintos instrumentos.

El sabio centauro, fue herido accidentalmente por Heracles, quien disparó una flecha emponzoñada con la sangre de la Hidra de Lerna. A pesar de ser inmortal, el centauro padecía terriblemente con la herida, por lo que cedió su inmortalidad a Prometeo y así pudo morir en paz. Para inmortalizar a este gran maestro y en recuerdo de los muchos beneficios que brindó tanto a los dioses como a los hombres; Zeus lo envió a los cielos en la forma de la constelación de Sagitario, “el arquero”. Desde entonces, Quirón galopa feliz a través de las praderas celestes hasta el fin de los tiempos.

El signo de Sagitario ocupa la novena casa del zodiaco y se dice que los nacidos bajo este signo conservan algunas de las características de los antiguos centauros. Por un lado suelen ser inteligentes, estudiosos, creativos, sensibles, alegres, aventureros, independientes, entusiastas, intuitivos, honestos y amables. Sin embargo, son muy volubles y puede aflorar en ellos la parte negativa del centauro que los representa, entonces se vuelven inestables, coléricos, caprichosos, imprudentes, extremistas, lujuriosos, prepotentes y arrogantes.

Además de Quirón, otro centauro amable y civilizado fue Folo, quien estudiando una flecha extraída de un cadáver y preguntándose cómo algo tan pequeño podía ser tan mortífero; se le escapó la saeta de las manos matándolo en el acto. También se dice que mientras ayudaba a Heracles a cazar al terrorífico Jabalí de Erimanto; una flecha lanzada por el héroe lo mató accidentalmente.

Heracles tuvo otras interesantes aventuras con los centauros. En cierta ocasión Anfión, Homados, Dafnis, Agrio y Euritión (todos ellos centauros) trataron de robar un delicado vino propiedad de Folo. Heracles, amigo de este apacible ser, se enfrentó con ellos y en titánica lucha, mató a los ladrones.

Otro centauro famoso, pero no por su sabiduría, sino por su maldad fue Neso. En cierta ocasión, Heracles y su amada Deyanira tenían necesidad de atravesar el río Eveno; sin embargo, el torrente era caudaloso y terrible. El centauro Neso se ofreció a cruzar a Deyanira sobre su lomo y así lo hicieron, pero una vez en la otra orilla, Heracles observó como Neso quería violar a su compañera, entonces tomó una flecha envenenada y con certera puntería hirió de muerte al centauro.

No obstante antes de morir, el malvado Neso le dijo a la mujer que empapara alguna prenda con la sangre que manaba de su herida y que le garantizaba que si alguna vez Heracles la dejaba de amar, al vestir dicha prenda volvería a ella otra vez enamorado. Así lo hizo la incauta moza y guardo la prenda por mucho tiempo. Cuando Deyanira se enteró de que Heracles pretendía a Yole, le envió con un mensajero una hermosa capa, la misma que había empapado con la sangre del pérfido centauro. En cuanto el héroe se la puso, empezó a quemarle todo el cuerpo debido al horrible veneno de la sangre de Neso y cuando intentó quitársela, ya no pudo hacerlo pues estaba adherida a su piel. Al no poder aguantar más tanto sufrimiento, Heracles levantó una gran pira funeraria y se inmoló en ella. Así es como murió uno de los más grandes héroes de la mitología griega.

Una vez, Poseidón −creador del caballo− se enamoró de una mujer llamada Cenis, que a cambio de satisfacer el deseo del dios le pidió que la transformara en hombre. El rey de los océanos le concedió su deseo y con el tiempo Cenis se convirtió en un gran guerrero que tomó el nombre de Ceneo, convirtiéndose en rey de su tierra natal. Sin embargo, envanecido con sus triunfos, exigió a sus súbditos que lo adoraran como a un dios y Zeus encolerizado mandó a los centauros a que lo mataran. Las armas que usaban contra Ceneo no le causaban ningún daño y fue un centauro quien le dio un tremendo golpe en la cabeza derribándolo por fin. Después amontonó una gran cantidad de troncos sobre el cuerpo del guerrero y les prendió fuego. Cuando la enorme hoguera se extinguió, el caudillo muerto se había transformado otra vez en mujer.

Es probable que el milenario mito de los centauros tenga su origen en hechos totalmente reales. El caballo se domesticó entre el tres mil 500 y el tres mil a.C., pero no fue sino hasta el mil 500 a.C. que el hombre lo empezó a montar y esto sucedió en las bastísimas estepas euroasiáticas: desde Europa Oriental, el Mar Negro, el Cáucaso y el Mar Caspio, hasta las llanuras de Rusia, Mongolia y Xinjiang en China.

Hace miles de años, los escitas ocupaban ese extenso territorio; conformando un pueblo de pastores nómadas, que domesticaron y montaron al caballo. En poco tiempo, se convirtieron en unos extraordinarios jinetes, que supieron aprovechar esa enorme ventaja contra sus adversarios y que aterrorizaron por siglos a los pueblos sedentarios que se situaban en los límites de aquellas ilimitadas planicies.

Es muy probable que las personas de aquellos asentamientos permanentes que eran atacados  por esos ferocísimos jinetes nunca antes vistos, creyeran que se trataba de horripilantes monstruos mitad hombre y mitad caballo, que llegaban para saquear las aldeas y para exterminar a sus pobladores. Con el tiempo, aquellos hombres a caballo, los primeros jinetes de la historia, darían origen al mito de los centauros.

La misma idea de un sólo ser, mitad humano y mitad bestia, tuvieron los indígenas de México que en el siglo XVI se enfrentaron a los conquistadores europeos, pues al no conocer a los caballos, cuando estos animales eran montados por los españoles, creyeron −por lo menos al principio− que se trataba de una sola criatura híbrida, algo así como un centauro.

La tradición dice que no fue sino hasta que los conquistadores se enfrentaron a los tlaxcaltecas, que los indígenas se dieron cuenta de que en realidad se trataba de dos seres independientes. El príncipe Xicoténcatl, en un acto de glorioso heroísmo, se enfrentó con un jinete español cuya montura se había levantado de manos al fragor de la batalla, situación que aprovechó el paladín de Tlaxcala para atravesar con una lanza el cuerpo del caballo. El corcel y el jinete cayeron ya separados al suelo y los guerreros se dieron cuenta de la realidad… que eran criaturas independientes y autónomas.

A través de los milenios los centauros han servido de inspiración no sólo a los escultores, literatos y artesanos griegos, sino también a los artistas de las culturas occidentales, siendo un tema recurrente en todas las bellas artes, en las artes menores e incluso en el cine.

A pesar de que a los más diestros jinetes se les llama “centauros” por la maestría con que se desempeñan en el difícil arte de la equitación, siempre se encuentran latentes en la mente de los seres humanos, aquellos enigmáticos y fascinantes seres que galoparon por la mítica Grecia antigua.

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