El caballo en la mitología escandinava (Primera Parte)

nordicos

MVZ. Luis Fernando De Juan Guzmán *

El conjunto de las creencias de los antiguos pueblos nórdicos (Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca e Islandia) conforman la compleja y fascinante mitología escandinava y en ella –al igual que en las religiones de otras muchas culturas− los caballos están presentes y su participación en los mitos es sumamente importante.

A pesar de que por centurias los relatos míticos y las leyendas escandinavas se transmitieron de una generación a otra gracias a la tradición oral, algunas de sus historias fueron recopiladas y plasmadas en largos e interesantísimos textos. Debido a ello, esas antiguas tradiciones han podido llegar hasta la actualidad, superando el olvido a través de incontables siglos.

Hace mucho… mucho tiempo… al finalizar una guerra en la que los dioses se enfrentaron en una larga y terrible lucha, las murallas de Asgard −la ciudad en la que vivían las deidades− quedaron casi completamente derruidas por el prolongado esfuerzo bélico que soportaron. Para que recuperaran su antiguo esplendor y para que los grandiosos muros volvieran a brindar protección a la urbe divina en contra de ataques enemigos, los dioses le pidieron a un habilidoso gigante que llevara a cabo la colosal empresa de reconstruirlos.

Sin embargo, querían que el trabajo se llevara a cabo en el menor tiempo posible y le propusieron al magistral arquitecto un tiempo extremadamente corto para que terminara la obra. El gigante aceptó de inmediato el encargo y las condiciones, pero exigió que si cumplía en tiempo y forma con lo acordado, además de ser remunerado con cuantiosos tesoros, se le entregaría también a la preciosa diosa del Sol, al no menos hermoso dios de la Luna y a Freya, diosa de la belleza, del amor y de la fertilidad. Los dioses se comprometieron a pagar lo solicitado si todo se concluía en el lapso estipulado, pues estaban seguros de que sería imposible la edificación de los titánicos baluartes en un plazo tan breve.

Pronto se observó el rápido avance de la construcción, ya que aquel portentoso arquitecto fabricaba a una velocidad pasmosa las nuevas murallas de Asgard. Para llevar a cabo aquella magnífica creación, el gigante se servía de un poderosísimo caballo llamado Svadilfari, el cual era capaz de transportar vertiginosa e incansablemente las inmensas rocas necesarias para la erección de la fortificación.

Loki and Svadilfari (1909), por Dorothy Hardy.

Loki and Svadilfari (1909), por Dorothy Hardy.

Al ver que se acercaba el fin de la tarea y que ésta sería terminada incluso antes de agotado el periodo estipulado, los dioses idearon la forma de engañar al gigante para no tener que entregarle al Sol, a la Luna y a la bellísima Freya. Entonces Loki −dios del engaño y la mentira− se convirtió en una hermosa yegua y se hizo presente ante el soberbio corcel Svadilfari. De inmediato, el semental inició el cortejo y la persecución de la yegua abandonando su arduo trabajo e impidiendo que el gigante terminara a tiempo la construcción de los murallones de Asgard. Así el arquitecto ya no pudo reclamar lo que había concertado con las deidades.

Mientras tanto, el brioso Svadilfari dio alcance a Loki convertido en yegua y entonces la cubrió. De la unión entre aquellos maravillosos ejemplares nació un precioso potrillo que después se convertiría en la montura de Odín, el rey de las divinidades nórdicas.

Odín era el dios de la guerra, de la muerte y de la sabiduría. Vivía en un suntuoso palacio de plata llamado Valaskjálf, dentro de las murallas de Asgard y regía con mano dura sobre todos los dioses escandinavos. En cierta ocasión, Loki le dio como regalo especialísimo al potrillo que había concebido con el semental Svadilfari. Este portentoso animal se caracterizaba por su extraño color gris y por tener ocho patas. Se llamaba Sleipnir y podía galopar a una increíble velocidad, sin importar si se desplazaba por los aires, por la tierra o por el agua, pues igualmente se sentía cómodo en cualquier elemento.

Sleipnir también podía cabalgar libremente por los Nueve Mundos en los que estaba dividido el Yggdrasil (el árbol del Universo), e incluso era capaz de llevar a su jinete al helado Niflheim o al tenebroso Helheim –lugares de muerte y desesperación habitados por horripilantes monstruos− y regresarlo al mundo de los vivos. Sus ocho patas representaban a los vientos que provenían de los cuatro puntos cardinales (norte, sur, este y oeste) y de sus bisectrices (noreste, sureste, noroeste y suroeste), por eso era tan rápido en su carrera. Se decía que en sus dientes estaban grabadas unas runas que lo hacían inmensamente fuerte y veloz. Odín, como señor de la sabiduría, conocía el poder secreto de aquellos enigmáticos signos grabados en la boca de su caballo.

Odín amaba a Sleipnir y era muy afecto a los ejercicios ecuestres tales como la cacería o las carreras, así como ir a la guerra sobre su corcel. Algunos de los más de 50 nombres del rey de los dioses hacen referencia a su habilidad como jinete, así se puede llamar Foyersdr (“el que cabalga durante la batalla”) o Fráridr (“el que se desplaza cabalgando”). Antiquísimos relatos señalan que en cierta ocasión en la que Odín cabalgaba a través de un espeso bosque Sleipnir se lastimó una pata y que Freya fue quien curó al célebre animal.

Sleipnir. Imagen: uncyclopedia.wikia.com

Sleipnir. Imagen: uncyclopedia.wikia.com

Un día, el gigante Hrungnir, jactándose de la ligereza de su caballo −llamado Gullfaxi− retó nada menos que al gran Odín a una carrera. El gigante estaba seguro de ganar, pues su corcel era famoso por ser igualmente ágil y rápido sobre la tierra, la nieve, el hielo, el viento, las nubes, el mar, los lagos y los ríos. Sin embargo, Odín confiaba ciegamente en Sleipnir −su caballo de ocho patas− y para demostrarlo no tuvo reparo en apostar su propia cabeza. Después de una magnífica competición, el rey de los dioses venció a Hrungnir y éste fue asesinado por Thor −dios del trueno− quien se apropió de Gullfaxi, el gracioso corcel del gigante. Más tarde, Thor regaló aquel caballo a su amado hijo Módi.

La esposa de Odín era la venerada diosa Frigg, que tenía potestad sobre el matrimonio, el hogar, las actividades domésticas, la fertilidad, la maternidad y el amor conyugal. En su ardua tarea la ayudaban tres diosas: Fulla, Hlín y Gná. Esta última cumplía todos los encargos de su poderosa ama –la reina de los dioses− y para llevarlos a cabo con prontitud, montaba un caballo llamado Hofvarpnir, el cual no sólo podía trotar sobre la tierra firme, sino que también era capaz de correr a través el viento y sobre la superficie del agua. Este portentoso animal era hijo del semental Hamskerpir y la yegua Gardrofa, cuyos mitos son tan antiguos que se perdieron en la noche de los tiempos.

Las valquirias eran unas bellísimas doncellas que recorrían los campos de batalla para seleccionar a los más valientes guerreros que habían muerto durante el combate. Después, los transportaban a un palacio llamado Valhalla, en Asgard, en donde ellas los atenderían en todo momento, pues aquellos héroes serían sometidos a un riguroso entrenamiento, ya que su destino sería acompañar al poderoso Odín a una espantosa guerra entre los dioses y los gigantes, que de acuerdo a la tradición nórdica marcaría el fin de los tiempos.

Algunas tradiciones describen a las valquirias como guerreras, perfectamente equipadas para la lucha y bajando de los cielos sobre hermosos y briosos caballos alados. En la grupa de aquellas fantásticas bestias, estas beldades llevaban a los caudillos hasta el Valhalla. Sin embargo, otras versiones indican que en realidad montaban ferocísimos y espeluznantes lobos, ávidos de la carroña que quedaba después de las matanzas.

Representación artística de las guerreras valkirias. Imagen: alittlewritter.blogspot.com

Representación artística de las guerreras valkirias. Imagen: alittlewritter.blogspot.com

En los países nórdicos existe un antiquísimo mito que habla acerca de unas jóvenes que además de que conservaban su virginidad, tomaban las armas y luchaban tal como lo hacían los hombres. Esas legendarias guerreras eran llamadas skjaldmo y son mencionadas en muchas de las más importantes leyendas escandinavas. El origen de esta creencia es tan antiguo que no se sabe si las skjaldmo inspiraron a las divinas valquirias o si estas influenciaron a algunas muchachas mortales para dedicarse a la guerra.

En la mitología escandinava, Skinfaxi era el nombre del caballo que tiraba del carruaje de Dagr (el Día) y el caballo del carro de Nótt (la Noche) se llamaba Hrímfaxi. Se creía que las radiantes y maravillosas crines de Skinfaxi llenaban de luz y esplendor los cielos mientras el corcel se desplazaba a través de la bóveda celeste durante el día. Por otro lado, el precioso rocio de la mañana era producto de la espuma de la boca de Hrímfaxi, el cual –al llegar el amanecer− ya iba agitado después de recorrer el cielo nocturno.

Las leyendas nórdicas cuentan que los deslumbrantes caballos que arrastraban el carro de la bellísima diosa del Sol –cuyo nombre era Sól− se llamaban Arvak y Alsvid y que estos briosos corceles remontaban los cielos a diario porque el fiero Sköll −un lobo monstruoso− trataba de alcanzarlos para matarlos y devorarlos junto con la hermosa deidad. Así que aquellos animales que tiraban de la biga (carruaje de dos caballos) siempre estaban huyendo llenos de pánico al ser constantemente acosados por la abominable bestia. Se decía que del maravilloso y brillantísimo pelaje de los corceles Arvak y Alsvid (y no propiamente del Sol), emanaba toda la luz que iluminaba el cielo y la tierra. El hermano de la diosa Sól era Máni −el dios de la Luna− y era tan bello como su hermana. Por las noches, su biga era acechada por Hati, otro lobo horroroso, hermano de Sköll.

Continuará…

* Departamento de Medicina, Cirugía y Zootecnia para Pequeñas Especies

Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia

Universidad Nacional Autónoma de México

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